Marlowe enamorado
El proyecto era de entrada imposible. Si Banville-Black, tras aceptar el encargo de escribir una novela protagonizada por Philip Marlowe, hubiera calcado a Chandler, no hubiera aportado nada y posiblemente hubiese hecho el ridículo. Y si, como ha ocurrido, imprime algo de su estilo, el lector no puede menos que recordar que Chandler consideraba a los autores británicos como los mejores escritores aburridos del mundo. Aunque en este caso se trate de un autor irlandés.
La rubia de ojos negros es una secuela de El largo adiós (Raymond Chandler, 1953) y depende tanto de ésta que no recomiendo que se lea a Benjamin Black sin haberla leído previamente. Pero sólo en las noches de lluvia y si se ha bebido lo suficiente podrían confundirse las metáforas y los símiles de Chandler con los de Banville. Las descripciones de Chandler eran un festín, las de Banville saben a relleno; las novelas de Chandler son un tren que nos lleva en zigzag a un lugar desconocido y en el que una misteriosa mujer con la falda demasiado corta y que nos lanza ocasionales e indescifrables miradas se sienta en el asiento contiguo; la primera mitad de la novela de Banville es una excursión en un coche de lujo, con chófer y aire acondicionado pero sin ruedas, gasolina ni mujer. Pero conceptos como el ritmo y el misterio no parecen ser relevantes para un aspirante al Nobel.
Aunque mi mayor objeción a Banville tiene que ver con el propio Marlowe pues, como dejó escrito Chandler, el protagonista lo es todo. PD James dijo de Marlowe que era un caballero andante, alguien irreal, lo que podría interpretarse como una crítica si no fuese porque en Chandler esa característica es intencionada. El Marlowe de Chandler nunca hubiera dicho cosas como “los hay que nacimos estrellados”; la autocompasión le hubiera producido sarpullidos y, en palabras de su creador, tenía la conciencia social de un caballo. Del Marlowe de Chandler nunca hubiéramos sabido lo que pensaba y cómo se sentía si no fuera por los diálogos y la acción. No sabemos por qué eligió su profesión, pero si hubiese sido por dinero, no rechazaría los casos de divorcio. Marlowe era un misterio que Banville ha pensado con osadía infinita que podía desvelar.
¿Por qué habría entonces que leer esta novela? Porque, a pesar de que el proyecto era imposible, los fieles echamos de menos al detective. Y porque Banville no deja de ser un buen escritor, y reflejado en su relato se encuentran fugazmente tanto Chandler como la nostalgia de las viejas novelas que ya no leemos. Es sólo por momentos, pero, a veces, al final de la novela, los dos autores se sintonizan y el viejo amigo está ahí. Sólo por eso se le perdona momentáneamente al autor irlandés su falta de humildad y el lector se siente satisfecho cuando cierra el libro.
No hay buenas adaptaciones al cine de El largo adiós pero sí de otras novelas de Marlowe. La mejor sin duda, para mí, es El sueño eterno (The Big Sleep, Howard Hawks, 1946), con Bogart y Bacall; y Martha Vickers; y la colaboración de Dorothy Malone; y guión de Faulkner y muchas manos más. Para ver de rodillas.
——————– Ficha técnica: La rubia de ojos negros (Alfaguara, 2014), de Benjamin Black. Título original: The Black-Eyed Blonde: A Philip Marlowe Novel (2014) Tapa blanda con solapas.326 páginas. Calificación: 4 Cadáveres (Muy buena)