Narrar las andanzas de sociópatas o asimilados, solos o en grupo, y exprimirlos psicológicamente no era algo nuevo cuando Marc Belhm (1925, NJ, EE.UU – 2007, Francia) publicó El ojo del observador, en 1980, pues por entonces Patricia Highsmith llevaba varias décadas haciéndolo.
Para estos autores, el protagonista no es un policía o un investigador sino los propios criminales de la historia. No se trata de asesinos comunes, que buscan justificarse a sí mismos pero son conscientes del mal que han causado, ni asesinos en serie de personalidad plana que matan por placer, sino personas sin sentido de la responsabilidad personal, bien por propia elección o bien por incapacidad para distinguir entre el bien y el mal. Inadaptados sociales que despiertan cierta simpatía en aquellos lectores empeñados en ver la sociedad como una especie de vertedero de basuras. Aunque ocasionalmente puedan matar por curiosidad o para experimentar cosas nuevas y prohibidas, su principal motivación es la conveniencia. Y lo que le distingue del asesino común es su absoluto desinterés por la moralidad de sus actos, la falta de necesidad de una justificación, la ausencia de remordimientos y su soledad.
Al igual que hacía la Highsmith, en la novela de Behm, estos inadaptados no comparten su protagonismo con nadie. Todos los demás personajes son comparsas hasta el punto de que el lector no encontrará en la novela ninguna referencia ética encarnada en personaje alguno. Hombres ricos -y en ocasiones, violentos- que se hacen la ilusión de estar conquistando el amor de una mujer cuando en realidad lo están comprando; viejos ciegos solitarios en busca de compañía; vendedores faltos de autoestima que tratan de impresionar a una mujer hermosa mostrando el valor de su mercancía; tristes y solitarios adolescentes que lo único que tienen para ofrecer es su afecto; terapeutas vulnerables incapaces de soportar el trabajo en la prisión que acaban estableciendo lazos afectivos con sus pacientes. Frente a todos éstos, sólo la asesina sabe lo que quiere. Ella y el ojo -el detective que la sigue durante décadas- que la observa, justifica y protege y que por momentos se confunde con otro ojo, el del narrador.
Behm se guardará para sí mismo si este sórdido panorama humano está al servicio de la narración o si tiene como objetivo mostrar su visión de la sociedad. Si es sólo compasión lo que siente por sus personajes o en realidad es simpatía o incluso admiración.
Que en una sociedad donde se hace hincapié en la responsabilidad personal, estos personajes -y estos mensajes- sean menos celebrados tal vez tenga que ver con el hecho de que, tanto Behm como Highsmith, acabaran sus días en Europa donde Behm ha terminado convertido en escritor de culto. LLamativo es desde luego, la escasa información que la Wiki ofrece de Marc Behm en inglés.
-------------- Ficha técnica: La mirada del observador (RBA, 2008), de Marc Behm. Título original: The Eye of the Beholder (1980) Calificación: Para mitómanos. 4 Cadáveres (Muy buena).